A medida que nuestra existencia se confunde con la existencia de cuanto nos rodea, se intensifica más el terror de perjudicar a algún miembro de la familia. Poco a poco, la vida se transforma en un continuo sobresalto. Los remordimientos que nos corroen la conciencia, llegan a entorpecer las funciones mas impostergables del cuerpo y del espíritu. Antes de mover un brazo, de estirar una pierna, pensamos en las consecuencias que ese gesto puede tener para toda la parentela. Cada dìa que pasa nos es más díficil alimentarnos, nos es más díficil respirar, hasta que llega un momento en que no hay otra escapatoria que la de optar, y resignarnos a cometer todos los incesto, todos los asesinatos, todas las crueldades, o ser, simple y humildemente, una víctima de la familia.
O. Girondo
viernes, 23 de julio de 2010
martes, 8 de junio de 2010
Y entonces ella sale de su ventana y se pone a dibujar sobre sus ojos,entonces ella ve lo que quiere ver y no entiende lo que escucha, no entiende de palabras, no sabe decir, no puede decir, ella solo dibuja, solo pinta sobre sus ojos y sobre ojos ajenos, porque de palabras ella no entiende - el alma no se escribe - afirma segura y reafirma que la mejor manera de entendernos
es mirarnos y dibujarnos los ojos.
martes, 4 de mayo de 2010
abriguito pal otoño
Cuando miras hacia al costado en postura horizontal y comenzas a ver con tus sonrisas te das cuenta de aquella gente que ahí esta, esa gente que esta, esa que te busca, aquella que exige tu presencia, simplemente cuando volteas a un lado y la ves, desde ahí se desmitifica el dolor de la soledad... Cuando realmente podemos ver ese amor sin intereses que nos tienen es ahí donde toda la maldad del mundo resulta invisiblemente débil y el corazón se te abre de par en par y la mente se saca el velo que no la dejaba ver ese amor... tan en la palma de nuestra mano.
Si escuchas mi dulce guitarra
en ella dormida te soñaras
tu sombra será un pañuelo
sobre la zamba que ya se va.
lunes, 26 de abril de 2010
A veces analizarme me angustia, analizar mi entorno, descubrir los por qué, entender mi historia, entender mi dolor, mis soledades, entender mi personalidad, hacer genealogia de mi ser a veces me pone triste, me enfurece de a ratos con mis padres, creadores en forma y alma de mis yoes...
entender, entender con la verdad, duele, pero otras veces simplemente quiero remediarlo todo con un fuerte abrazo, a papá y a mamá... podría escribir un libro sobre ellos dos, podría dedicarme la vida a entenderlos, a observarlos, a darme cuenta de que todo es consecuencia absoluta de otra cosa, y enredarme en sus personalidades, tanto y mas que como con la mia. Pero no, no, no, ellos son mis padres, y solo quiero abrazarlos, solo quiero sentir sus manos calientes, quiero que me besen los cachetes, que me sonrian con alegría, que me miren como a su nena grande, como a su primera hija, quiero que esten felices siempre, que sonrian, que los retos terminen en risas y llantos, quiero que me hablen de lo que les gusta, quiero escucharlos, quiero que me pregunten como estoy, quiero ver en sus ojos ese brillo de felicidad, quiero abrazarlos con todo lo que eso implica 15 minutos a cada uno.
lunes, 12 de abril de 2010
Onetti
Yo no tenia ni veinte años y andaba jugando a la gallina ciega en las noches del mundo.
Quería pintar, y no podía. Quería escribir, y no sabía. A veces escribía algún cuento, y a veces lo llevaba a Juan Carlos Onetti.
El estaba siemrpe en cama, por pereza, por tristeza, rodaeado de pirámides de puchos, tras una muralla de botellas vacías. Yo me sentía en la obligación de emitir frases inteligentísimas. El maestro Onetti miraba el techo y no abría la boca más que para bostezar, fumar y beber, lenta sueñera, pitadas lentas, tragos lentos, y quizá mascullaba algún fruto de sus prolongadas meditaciones sobre la situación nacional e internacional:
- La cosa se jodió - decía - el día que los milicos y las mujeres aprendieron a leer.
Sentado a su orilla, yo esperaba que él me dijera que aquellos cuentitos míos eran indudablemente geniales, pero él callaba y a lo sumo gruñía o me estimulaba así:
- Mirá pibe, Si Beethoven hubiera nacido en Tacuarembó, hubiera llegado a ser director de la banda del pueblo.
La mala racha
Mientras dura la mala racha, pierdo todo. Se me caen las cosas de los bolsillos y de la memoria: pierdo llaves, lapiceras, dinero, documentos, nombres, caras, palabras. Yo no sé si será gualicho de alguien que me quiere mal y me piensa peor, o pura casualidad, pero a veces el bajón demora en irse y yo ando de pérdida en pérdida, pierdo lo que encuentro, no encuentro lo que busco, y siento mucho miedo de que se me caiga la vida en alguna distracción.
La máquina de retroceder
A principios de siglo veinte, el Uruguay era un país del siglo veintiuno. A fines del siglo veinte, el Uruguay es un país del siglo diecinueve.
En el reino del aburrimiento, las buenas costumbres prohíben todo lo que la rutina impone. Los hombres sueñan con jubilarse y las mujeres sueñan con casarse. Los jóvenes, culpables del delito de ser jóvenes, sufren pena de soledad o de destierro, a menos que puedan probar que son viejos.
La televisión/4
Me lo contó Rosa María Mateo, una de las figuras más populares de la televisión española. Una mujer le había escrito una carta, desde algún pueblito perdido, pidiéndole que por favor le dijiera la verdad:
- Cuando yo la miro, ¿ Usted me mira?
Rosa María me lo contó, y me dijo que no sabía qué contestar.
La pálida
Mis certezas desayunan dudas. Y hay días en que me siento extranjero en Montevideo y en cualquier otra parte. En esos días, días sin sol, noches sin luna, ningún lugar es mi lugar y no consigo reconocerme en nada, ni en nadie. Las palabras no se parecen a lo que me nombran y ni siquiera se parecen a su propio sonido. Entonces no estoy donde estoy. Dejo mi cuerpo y me voy, lejos, a ninguna parte, y no quiero estar con nadie, ni siquiera conmigo, y no tengo, ni quiero tener, nombre ninguno: entonces pierdo las ganas de llamarme o ser llamado.
Una siestita con Galeano, un poquito de viento que se asoma a mis ojos, fresco, tímido, lindo.
Yo no tenia ni veinte años y andaba jugando a la gallina ciega en las noches del mundo.
Quería pintar, y no podía. Quería escribir, y no sabía. A veces escribía algún cuento, y a veces lo llevaba a Juan Carlos Onetti.
El estaba siemrpe en cama, por pereza, por tristeza, rodaeado de pirámides de puchos, tras una muralla de botellas vacías. Yo me sentía en la obligación de emitir frases inteligentísimas. El maestro Onetti miraba el techo y no abría la boca más que para bostezar, fumar y beber, lenta sueñera, pitadas lentas, tragos lentos, y quizá mascullaba algún fruto de sus prolongadas meditaciones sobre la situación nacional e internacional:
- La cosa se jodió - decía - el día que los milicos y las mujeres aprendieron a leer.
Sentado a su orilla, yo esperaba que él me dijera que aquellos cuentitos míos eran indudablemente geniales, pero él callaba y a lo sumo gruñía o me estimulaba así:
- Mirá pibe, Si Beethoven hubiera nacido en Tacuarembó, hubiera llegado a ser director de la banda del pueblo.
La mala racha
Mientras dura la mala racha, pierdo todo. Se me caen las cosas de los bolsillos y de la memoria: pierdo llaves, lapiceras, dinero, documentos, nombres, caras, palabras. Yo no sé si será gualicho de alguien que me quiere mal y me piensa peor, o pura casualidad, pero a veces el bajón demora en irse y yo ando de pérdida en pérdida, pierdo lo que encuentro, no encuentro lo que busco, y siento mucho miedo de que se me caiga la vida en alguna distracción.
La máquina de retroceder
A principios de siglo veinte, el Uruguay era un país del siglo veintiuno. A fines del siglo veinte, el Uruguay es un país del siglo diecinueve.
En el reino del aburrimiento, las buenas costumbres prohíben todo lo que la rutina impone. Los hombres sueñan con jubilarse y las mujeres sueñan con casarse. Los jóvenes, culpables del delito de ser jóvenes, sufren pena de soledad o de destierro, a menos que puedan probar que son viejos.
La televisión/4
Me lo contó Rosa María Mateo, una de las figuras más populares de la televisión española. Una mujer le había escrito una carta, desde algún pueblito perdido, pidiéndole que por favor le dijiera la verdad:
- Cuando yo la miro, ¿ Usted me mira?
Rosa María me lo contó, y me dijo que no sabía qué contestar.
La pálida
Mis certezas desayunan dudas. Y hay días en que me siento extranjero en Montevideo y en cualquier otra parte. En esos días, días sin sol, noches sin luna, ningún lugar es mi lugar y no consigo reconocerme en nada, ni en nadie. Las palabras no se parecen a lo que me nombran y ni siquiera se parecen a su propio sonido. Entonces no estoy donde estoy. Dejo mi cuerpo y me voy, lejos, a ninguna parte, y no quiero estar con nadie, ni siquiera conmigo, y no tengo, ni quiero tener, nombre ninguno: entonces pierdo las ganas de llamarme o ser llamado.
Una siestita con Galeano, un poquito de viento que se asoma a mis ojos, fresco, tímido, lindo.
domingo, 11 de abril de 2010
ZERO
Hoy mi hermano tocó con su banda, mi hermano Juan tiene 18 años, en la foto es el que esta a la izquierda... Creo que no hace tanto nos llevamos tan bien, supongo que desde que los dos nos hicimos un poco mas grandes que chicos..
Juan siempre fue muy tímido, muy inseguro, muy miedoso, yo siempre fui o aparente muy valiente, muy frontal y muy cara rota, hoy somos otros Juan y otras Juliana, y nos llevamos bien, nos queremos, compartimos muchos gustos musicales, una misma sensibilidad y nos abrazamos un poco por insistencia mia y un poco por resignacion de el.
Te amo Juanito, y fue muy hermoso verte :)
temón.
jueves, 8 de abril de 2010
El jardinero.
Guardé del viento la lámpara en mi manto, y la luz se me apagó. Apreté la flor contra mi corazon, ansioso de cariño y se me quemó la flor. Apresé el agua porque fuese para mí, y se me secó la fuente. Quise llegar a un son que no alcanzaba mi arpa y la cuerda se me saltó.
Rabindranath Tagore.
Rabindranath Tagore.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)