A medida que nuestra existencia se confunde con la existencia de cuanto nos rodea, se intensifica más el terror de perjudicar a algún miembro de la familia. Poco a poco, la vida se transforma en un continuo sobresalto. Los remordimientos que nos corroen la conciencia, llegan a entorpecer las funciones mas impostergables del cuerpo y del espíritu. Antes de mover un brazo, de estirar una pierna, pensamos en las consecuencias que ese gesto puede tener para toda la parentela. Cada dìa que pasa nos es más díficil alimentarnos, nos es más díficil respirar, hasta que llega un momento en que no hay otra escapatoria que la de optar, y resignarnos a cometer todos los incesto, todos los asesinatos, todas las crueldades, o ser, simple y humildemente, una víctima de la familia.
O. Girondo
viernes, 23 de julio de 2010
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