lunes, 5 de octubre de 2009
Canning
Esto ya no existe.
Y era aquella ciudad de los árboles, tan solitaria en las tardes dominicales...
Era esa en la que la tierra volaba, allí estaba con sus caras conocidas,
cada cual en su puesto bien adjudicado, con su función en el barrio natal,
aquella que nombrarla sonaba raro, aquella que nadie sabia pronunciar...
Sólo un nombre desconocido entre el conurbano resonaba en los oídos
de los que buscaban tranquilidad, mi tierra, mi bella infancia donde
acunados quedaran los recuerdos mas lejanos de mi conciencia,
y también de todos mis mas familiares ancestros...
Aquel almacén familiar del cual sólo conocí sus ruinas,
transformado en restaurant, presentaba las antigüedades
que para mi abuelo fueron actualidad, en cuadros y standartes
para aquella clientela de buen comer que quisiera visitar un
poco de la historia de éste: mi pueblo natal.
Y poco a poco esta ciudad, se fue adornando de perlas y diamantes,
arrollada por la ambición disfrazada de bienestar,
yo si creo en el progreso pero esto no se le parece,
nadie será bienvenido en mi tierra si al imponerse
me saluda a través de sus cobardes rejas y alambres
dejandome del lado de afuera de su presunto paraíso,
dividiendo la tierra,
dividiendo la hermandad,
confundiendo el miedo con la libertad.
Y yo entiendo a todos mis vecinos, que se alimentan de esos bolsillos.
Y yo entiendo que aquella gente tiene mis mismos ojos,
Lo que no se entiende es porque vivimos promoviendo el enojo,
si escuchamos los mismos grillos,
si la luna alumbra igual,
si en mi tierra cualquiera es bienvenido
si en mi tierra vivimos en paz,
No hace falta ni las rejas, ni tus alambres de púa,
la envidia alimentas y caes en tu misma trampa,
más tu seguridad me es insegura,
y tu progreso es mi tristeza...
pues rellenas de cemento aquello que fue verde,
sin importarte lo escencial de este lugar
tiras demostrando toda tu maldad
aquello que hizo hermoso este lugar,
aquello por lo cual todos elegimos esta ciudad.
Pues no se dan cuenta que todo se contamina,
con disfrazes de diseño, con aquella caridad sospechosa,
con marcas de renombre, con edificios de gran altura...
No confundas el campo con tu lujoso cuero,
no te creas pueblerino, vives encerrado,
Canning no es tu identidad, Canning es mi pueblo.
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